Y el cuento de hoy es: «SÓLO LOS ABURRIDOS SE ABURREN»
Ibrahim, mi amigo, se sienta a mi mesa en la cafetería del Aeropuerto. Le miro extrañado preguntando qué puede haberle ocurrido en estos años. Su aspecto no me da la respuesta porque obviamente ambos hemos cambiado. Ibrahim viste de manera muy pobre con un abrigo negro tres tallas más grande, un pantalón de chándal agujereado, unas chanclas y un gorro de lana. Se quita unas gafas de sol redondas sin cristal, como las de Jhon Lennon, y me quita el vaso de café que acabo de dejar con un culillo sobre la mesa. Lentamente se pone de pie, como si temiera romperse en pedazos, y coge otro vaso vacío de una mesa contigua para llenarlo con los restos de todos los vasos de la cafetería. Ibrahim vuelve a la mesa, se sienta como había hecho minutos antes, y comienza a masticar un croissant lleno de pelos que se ha encontrado tirado en el suelo.Seguir leyendo